Venerdí Santo - Viernes Santo
Hoy es VIERNES SANTO
Por sorprendente que parezca, el sueño de muchos hombres es eliminar a Dios y ocupar su lugar.
Muchas veces el hombre quisiera vivir cómodamente sin Dios y, en consecuencia, no depender de nadie...
Su “ilusión” sería serlo todo y poderlo todo...
Pero, hoy, Viernes Santo, la historia que compartimos y vivimos nos recuerda que, todos los sueños (hasta los del propio Dios) pueden hacerse añicos, si no los acompaña la LIBERTAD humana...
En aquel Viernes Santo de hace dos mil años, la tierra tembló, el velo del templo se rasgó y la oscuridad cubrió la tierra... El AMOR de Dios al hacerse hombre se hacía añicos ante NUESTRA negativa en aceptarlo; pero, todo ello no era más que los dolores del parto, del nacimiento de una tierra nueva y de nuevos cielos... Lo que parecía un desastre, una vez más, por la misericordia AMOROSA de Dios, se transformaba en el comienzo de una Nueva Vida...
Todo parecía terminado y, sin embargo, en Dios todo comenzaba a hacerse...
Había venido la LUZ; pero muchos la rechazamos...
Había venido el AMOR y muchos no lo entendimos...
Había venido el PERDÓN y pocos lo acogieron....
Te invito, entonces, a acompañarme en esta reflexión: La HISTORIA del misterio que hoy recordamos, nos hace comprender que, dónde no hay LUZ, dónde no reina el AMOR, dónde no se celebra el PERDÓN, siempre habrá “VIERNES SANTOS”, con sus secuelas de violencia, odio, sangre y muerte.
Lamentablemente, ¡cuántos “viernes santos” seguiremos provocando, si continuamos negándonos a la LUZ, al AMOR y al PERDÓN...!!!
Cordialmente
Franco. J. B. – TANDIL
fjburelli@gmail.com
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Soy la burla de
todos mis enemigos
y la irrisión de mis propios vecinos;
para mis amigos soy motivo de
espanto,
los que me ven por la calle huyen de mí.
Como
un muerto, he caído en el olvido,
me he convertido en una cosa inútil.
Pero yo confío en ti,
Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia.
Sean fuertes y valerosos,
todos los que esperan en el Señor.
Salmo 31(30),2.6.12-13.15-16.17.25.
Nella riflessione di ieri consideravamo l’aspetto universale del mistero del pane e del vino sui quali Cristo dice: questo è il mio corpo e questo è il mio sangue. E consideravamo che il pane è la terra, è la vita, e tutto ciò che vive, tutto ciò che si trasforma, è una forza vitale. E Cristo, pensavamo, ha assunto in sé, tutta la terra, tutta la vita, che, dopo la venuta del Cristo, acquista un valore infinito e rivela, sempre attraverso Cristo, il suo cammino di ascesa verso un compimento di cui nel cuore portiamo la speranza, ma che non riusciremo mai a formulare pienamente fin tanto che non sarà compiuto.
E pensavamo anche al sangue, a Cristo che dice: prendete e bevete, questo è il mio sangue. E fermandoci sul mistero, sul simbolo del vino, che dà gioia, dà canto, dà fiducia, dà ebbrezza, consideravamo che Cristo assume tutto ciò che libera l’uomo dalla vanità quotidiana, dalla pesantezza, dalla volgarità, dallo squallore. Allora il sangue di Cristo ci appariva il canto del poeta, la bellezza creata da tutti gli artisti, la musica dei sommi musici, il pensiero più acuto verso la verità, dei grandi pensatori, le gesta di eroismo a favore e a servizio della vita compiute da innumerevoli uomini, la santità che fiorisce continuamente tra i figli dell’uomo per riaccendere la speranza e la fiducia e fare andare avanti l’umanità nel suo doloroso e pesante cammino.
1Giovanni Vannucci, omelia pronunciata venerdì 16 aprile 1976, durante il rito dell’adorazione della Croce nell’eremo di San Pietro alle Stinche, Greve in Chianti (FI). Registrata su nastro magnetico da Elena Berlanda e trascritta da Consalvo Fontani. Pubblicata in Nel cuore dell’essere, edizioni Fraternità di Romena, Pratovecchio (AR), 2004